miércoles, 24 de octubre de 2012

El día del susto...

Todo empezó con un buen susto. Mejor dicho, con dos sustos: uno bueno y otro malo. El primero fue un susto majo. Se llamaba Test de Embarazo Positivo y se plantó en nuestra casa el 9 de agosto de 2012, vestido con dos rayas rosas paralelas, muy monas ellas.

Aunque de los bonitos, no dejaba de ser un susto. La parte contratante de la segunda parte (alias, el Estimado) y servidora acabábamos de volver de nuestro viaje de novios y, ¡zas!, a la primera. Tomayá. Tanto que dicen, tanto que agobian con "uy! esto tarda meses, hasta puede que un año. Hoy en día no es como antes..El estrés, el tabaco, las edades avanzadas....Ya sabes...." Así que, cuando vi esas dos rayitas tan bien alineadas, el corazón me dio un vuelco, los ojos se me inundaron, el nudo se plantó en la garganta y, después de saborear durante aproximadamente un nanosegundo una pizquita de felicidad, volví a plantar los pies en la tierra, retomé la compostura y me dije toda digna al espejo: "no puede ser. Esto no puede ser tan fácil, ni tan rápido". Todo un derroche de positivismo por mi parte...

Y me fui, temblorosa, a pedir cita al Doctor...

Y así fue como, cuatro días después, se personó en mi vida para marcar territorio el susto malo.

En la ecografía no se veía nada. Tan solo un puntito negro que no se correspondía con las supuestas 6 semanas de gestación que, según la cuenta de la vieja (y del doctor que me atendía), debía tener. El médico lo diganosticó como más que probable huevo huero.."Es como un huevo con cáscara, pero sin yema" me dijo con cara de poker mientras yo asentía, indefensea, con ojos de perrucho abandonado. Como medidas de precaución me recetó el silencio más absoluto -"no vayas a decirle a nadie que estás embarazada"- y dos cápsulas de progesterona diarias. Dos semanas después tenía cita para una segunda ecografía, por si el mutismo y las hormonas habían conseguido producir el milagro.

Fueron, creo recordar, las dos semanas más largas de mi vida, en las que me debatía entre tener o no a un ser dentro, y luchaba contra el instinto asesino de rebuscar y analizar en internet todas las variantes posibles a mi espantosa incertidumbre.

No sé si fue la prudencia, la medicación, un diagnóstico fallido, que Dios existe o que la naturaleza exprime hasta la última posibilidad con tal de crear vida, pero a mis ojos se hizo el milagro porque, 14 días después del susto feo, escuchamos latir con fuerza el corazoncito de nuestro bebé.

2 comentarios:

  1. Es bueno que dejes evidencia escrita. Todo esto es susceptible de ser utilizado como chantaje cuando el enano entre en la fase acnéica y te interese que se sienta culpable por los disgustos que te da ;-P

    (Me he emocionado leyéndolo. Vas a ser una supermamá.)

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